Artistas de diferentes generaciones, períodos históricos y medios
El Museo de Arte de Puerto Rico (MAPR) cuenta con 24 galerías de exhibiciones distribuidas entre el edificio histórico en el ala oeste y la adición en el ala este.
¿De qué se trata la experiencia puertorriqueña? ¿Cómo nos representa? ¿Qué podemos decir al respecto? Consciente o inconscientemente, el arte puertorriqueño ha ido respondiendo a estas preguntas a lo largo del tiempo. El Museo de Arte de Puerto Rico (MAPR) también hizo estas preguntas a diversos miembros de la comunidad. Sus respuestas se utilizaron para desarrollar el proyecto colaborativo que resultó en la exposición.
Puerto Rico Plural combina obras de artistas de diferentes generaciones, períodos históricos y medios para mostrar la pluralidad del arte puertorriqueño desde el siglo XVIII hasta la actualidad. Esta experiencia individual y colectiva traspasa los límites geográficos y es la esencia común que nos une, aunque a veces también provoca división. Se seleccionaron obras de arte, objetos y materiales de referencia de la colección MAPR junto con otros de colecciones públicas y privadas y obras por encargo. De esta manera, la exposición presenta una mirada amplia de lo que somos: nuestra diversidad cultural, histórica, política y demográfica, ensalzando el papel de los artistas de todas las disciplinas como cronistas de su tiempo y de nuestra realidad caribeña.
La exposición incluye anhelos, homenajes, denuncias, contrastes, convergencias y provocaciones al diálogo. Asimismo, las galerías temáticas no intentan ofrecer una lectura única. Por esta razón, Puerto Rico Plural nos invita a encontrarnos y reflexionar sobre la cultura e historia puertorriqueña, nuestra gente y nuestro arte.
Una subvención recibida en mayo de 2018 a través de la Fundación Andrew W. Mellon fue una contribución esencial para el desarrollo de esta exposición. Esta subvención nos permitió satisfacer las necesidades de conservación de nuestra colección de arte, patrimonio de todos los puertorriqueños.
Variación de la materia
Abstracción en las artes visuales
El arte abstracto en Puerto Rico se originó a mediados de la década de 1940, con la llegada del pintor hispanoamericano Esteban Vicente, profesor de la Universidad de Puerto Rico entre 1946 y 1947. Una de sus alumnas, Olga Albizu, viajó a Nueva York en 1948 para estudiar con el pintor alemán Hans Hoffman, precursor del expresionismo abstracto norteamericano. La primera exposición individual de arte abstracto de Albizu tuvo lugar en el Ateneo Puertorriqueño en 1958.
Este no fue un hecho aislado. Durante esos años, la obra de Julio Rosado de Valle también comenzó a explorar el lenguaje abstracto. Luis Hernández Cruz, otro pionero, realizó su primera exposición individual en el Instituto Cultura Puertorriqueña (ICP) en 1961. Noemí Ruiz, por su parte, expuso en Mayagüez en 1963. A partir de entonces, muchos artistas puertorriqueños se dedicaron a la producción de arte abstracto.
Sin embargo, hay un capítulo muy relevante en la historia del movimiento de arte abstracto de la isla: la creación en 1977 del Grupo Frente, un movimiento de renovación social del arte, formado inicialmente por Paul Camacho, Lope Max Díaz, Antonio Navia y Luis Hernández Cruz, su director. No fue una escuela ya que cada artista participante respondía a “particulares necesidades expresivas”. Lo que los unía era un compromiso social conjunto. Así se expresa en el catálogo manifiesto de una exposición realizada en el ICP el 14 de marzo de 1978.
Su trabajo se desarrolló a través de exposiciones, publicaciones y dos congresos de arte abstracto realizados en 1984 y 1986. Numerosos artistas se incorporaron al grupo hasta su disolución. Su objetivo de compromiso social, educativo, artístico y cultural tuvo consecuentes resultados favorables para la creación y formación de nuevos colectivos artísticos hasta nuestros días.
Arte y Conciencia
Los años 1970 y 1980 en Puerto Rico
La guerra de Vietnam estalló en la década de 1960 y la participación de Puerto Rico en este conflicto generó un ambiente social que trastornó los valores políticos y éticos. A principios de la década de 1970, las comunidades oprimidas de todo el mundo reclamaron sus derechos y su lugar en la sociedad con más ímpetu que nunca. Puerto Rico no fue la excepción: las luchas contra la discriminación racial, de clase y de género, entre otras, se fortalecieron durante este tiempo. Los movimientos LGBTQ+ aumentaron y surgieron, crecieron y se fortalecieron importantes organizaciones feministas a lo largo de la década. Simultáneamente, muchos artistas jóvenes dirigieron su mirada hacia estilos artísticos internacionales y asimilaron tendencias estéticas como el pop art, el performance y el arte temporal, por nombrar solo algunas.
En la década de 1980 surgieron nuevas galerías en Puerto Rico y se desarrollaron concursos y bienales. Un renovado crítico de arte impulsó y preparó el escenario para la internacionalización de las artes puertorriqueñas de la época. Las repercusiones materiales y discursivas de este contexto impactaron fuertemente la producción artística, promoviendo rupturas técnicas, estilísticas y temáticas que se transmitieron a las siguientes generaciones.
Reafirmación y Cambios
Los años noventa y el nuevo siglo
Después de décadas de ininterrumpidas luchas sociales, culturales y políticas, las artes visuales puertorriqueñas crecieron en múltiples expresiones, materiales y estilos. A partir de la década de 1990, una serie de colectivos, fundaciones y activistas trabajaron y abogaron a favor de los derechos innegociables de los sectores marginados de Puerto Rico. Estos años se distinguieron por la aparición de jóvenes artistas talentosos. Fueron testigos de la creciente participación de mujeres artistas en los centros de arte más importantes de la isla.
A raíz del siglo XXI, el papel social del arte puertorriqueño se redistribuyó rápida y vertiginosamente, creando nuevos paradigmas conceptuales y estéticos. En estas circunstancias, se crearon nuevos espacios gestionados por los artistas como alternativas expositivas a las instituciones museísticas. La expansión de Internet y las redes sociales propició un escenario propicio para catapultar las artes locales hacia el ámbito internacional. Este fenómeno abrió el camino a la difusión masiva de las artes visuales nacionales como nunca antes. Por otro lado, el arte urbano ganó visibilidad, especialmente el graffiti, posicionando a los artistas más jóvenes ante el ojo público.
En las décadas siguientes, el arte nacional fue testigo de los signos característicos de la globalización y la contemporaneidad. Nuestros artistas discutieron con mayor impulso la estética internacional y al mismo tiempo reafirmaron de manera innovadora el repertorio de símbolos e iconografías heredados de generaciones anteriores. De esta manera, las memorias estéticas del pasado se transformaron en una acumulación de experiencias intelectuales y sensoriales, utilizando nuevos medios y tecnologías para adaptarse a un mundo cada vez más desafiante.
Del campo a la ciudad
Migración Interna en Puerto Rico
Cuando los colonos estadounidenses se establecieron en Puerto Rico a principios del siglo XX, establecieron la industria de tres monocultivos a partir de cultivos que ya existían en la isla: tabaco, café y caña de azúcar. La industria de la caña de azúcar tuvo el impacto más significativo, ya que afectó la producción de otros productos menores y estuvo directamente relacionada con el aumento de las tasas de pobreza. A partir de la década de 1940, el interés por estas inversiones comenzó a decaer. En consecuencia, Puerto Rico experimentó una dramática migración interna hacia las ciudades, transformando la demografía de la isla. En la década de 1930, aproximadamente una cuarta parte de la población vivía en centros urbanos. Veinte años después, las cifras se duplicaron. Muchas de estas poblaciones migrantes se asentaron en viviendas improvisadas, formando barrios marginales.
A partir de la década de 1950, la política pública estuvo decidida a modernizar a Puerto Rico. Sin embargo, la disparidad de habitantes entre el campo y la ciudad amenazaba su eficacia. El aumento demográfico en las zonas urbanas generó una serie de conflictos entre clases sociales, acentuando la desigualdad. Esto provocó nuevas reflexiones y pensamientos entre los artistas puertorriqueños, que no dudaron en plasmar en sus obras de arte.
Incluso hoy, la huella de estos acontecimientos económicos es palpable en toda la isla como una reliquia de una manifiesta improvisación urbana. Los artistas de las generaciones más jóvenes han desarrollado un sentido crítico de conciencia y conciencia, herederos directos de sus predecesores de los años cincuenta, utilizando su arte como forma de activismo y protesta.
La historia continúa
Desde 1898 hasta nuestros días
Luego de la Guerra Hispanoamericana (1898), Puerto Rico pasó a ser territorio de Estados Unidos, generando un dilema social y político que ha marcado la historia de la isla hasta el día de hoy. El dominio norteamericano forja posturas en cada puertorriqueño, tanto en términos de resistencia como de asimilación, el abandono de la inversión en la industria agrícola y el flagelo de los desastres naturales, produjeron un éxodo migratorio hacia la ciudad capital y Estados Unidos. La concesión de la ciudadanía estadounidense a los puertorriqueños en 1917 bajo la Ley Jones-Shafroth facilitó esta migración.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, y en el contexto de la Guerra Fría, muchas industrias estadounidenses se instalaron en la isla, alentadas por una serie de exenciones fiscales a su favor. Esto, a su vez, generó nuevos empleos y nuevas esperanzas financieras en medio de una recesión económica internacional. Sin embargo, los acontecimientos del 11 de septiembre a principios del siglo XXI provocaron nuevas incertidumbres económicas y sociales a nivel global y local.
Los huracanes Irma y María, que azotaron la isla en 2017, obligaron a un cambio abrupto de paradigma en los contextos sociopolíticos y culturales de toda la nación. Por ejemplo, se produjo una nueva ola de éxodo masivo a Estados Unidos. Sin embargo, estas oleadas de migración no son del todo estables. El constante ir y venir que caracteriza nuestra historia (y que ahora se ha vuelto más evidente) trae consigo nuevos desafíos sociales, políticos, económicos y culturales. A través de sus testimonios, las distintas generaciones de artistas han sido los mejores cronistas de nuestra historia. Repensar estos escenarios es un punto de partida esencial para construir un futuro mejor. Las obras ilustraron el sueño y el fracaso del proyecto de modernidad en Puerto Rico, colocándonos en el dilema de la contemporaneidad.
Fotografía de: Sanya Polar con Conexión Puerto Rico 06 de agosto de 2023 en Museo de Arte de Puerto Rico
CONTACTO
Museo de Arte de Puerto Rico (MAPR)
Dirección: 299 Avenida de Diego Santurce, Puerto Rico 00909
Teléfono: 787-977-6277
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